Una separación nunca es fácil. Ni para los adultos, ni mucho menos para los hijos. Cuando una pareja se rompe, también se rompe (al menos por un tiempo) la idea de hogar que los niños conocían. Por eso, más allá de los papeles, los acuerdos o las diferencias, lo que más puede ayudarles a transitar este cambio es la forma en que los padres se comportan entre sí.
Los niños no se separan de los padres
Aunque los adultos dejen de ser pareja, los hijos siguen teniendo dos figuras igualmente importantes. Ambos progenitores forman parte de su historia, de su identidad y de su seguridad emocional.
Cuando uno de ellos habla mal del otro, el niño no sabe cómo posicionarse. Siente que amar a uno significa traicionar al otro. Y eso genera culpa, ansiedad y confusión.
La lealtad dividida puede dejar marcas profundas. Muchos niños acaban reprimiendo emociones, asumiendo roles adultos o ejerciendo un rol protector con uno de ellos.
Lo que realmente necesitan
Los hijos no necesitan padres perfectos, sino padres que los protejan de sus conflictos. Que les permitan querer sin miedo o culpa. Que, aunque tengan diferencias personales, sean capaces de mantener el respeto por el rol del otro como madre o padre.
Pequeños gestos que marcan una gran diferencia:
- No hablar mal del otro progenitor delante del niño.
- No usarlo como mensajero para que mande mensajes al otro padre.
- Validar lo que el niño siente y permitir que exteriorice sus miedos o preocupaciones.
- Si hay dolor o enfado, buscar espacios adultos para expresarlo (amigos, terapia, familia, etc.) pero no a través del hijo.
Separarse sin romper al niño
Separarse no tiene por qué dejar heridas imposibles de sanar. Puede ser incluso una oportunidad para enseñar valores: el respeto, la empatía y la responsabilidad emocional. Cuando un niño ve que sus padres, pese a todo, se tratan con respeto, aprende que los vínculos pueden transformarse sin destruirse.
Resumen
Hablar bien del otro progenitor no significa negar el dolor o los errores. Significa priorizar el bienestar emocional del hijo. Porque los adultos se separan entre ellos, pero un hijo nunca debería sentirse obligado a separase de uno de sus padres