Hoy en día, es casi imposible imaginar la vida sin pantallas. Están en nuestros bolsillos, en nuestras casas, en los coches y, muchas veces, frente a los ojos de nuestros bebés. Pero… ¿es inofensivo? ¿es útil? ¿qué pasa realmente cuando un bebé pasa tiempo frente a una pantalla?
No se trata de juzgar ni de vivir sin tecnología. La crianza hoy discurre en un mundo lleno de estímulos digitales, y eso también forma parte de nuestra realidad. Sin embargo, entender cómo afectan las pantallas al desarrollo temprano del cerebro, puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas y actuar con más conciencia.
Durante los primeros dos años de vida, el cerebro de un bebé está en su punto más explosivo de desarrollo. Cada mirada, caricia, sonido y experiencia deja huella.
En este tiempo, el bebé necesita:
- Interacción humana: miradas, voces, expresiones faciales.
- Movimiento libre: explorar con su cuerpo, gatear, tocar cosas reales.
- Juego físico y simbólico: tirar objetos, morder, ver cómo funcionan las cosas.
Nada de esto puede ser reemplazado por una pantalla. De hecho, la estimulación digital temprana puede interferir con estos procesos clave.
Aunque parezca que se entretienen o aprenden rápido, el uso frecuente de pantallas en bebés menores de 2 años puede asociarse con:
- Retrasos en el desarrollo del lenguaje: los bebés aprenden a hablar escuchando y respondiendo a voces reales, no a personajes animados.
- Falta de autorregulación emocional: usar la pantalla como calmante, impide que el bebé aprenda a regular las emociones por sí mismo.
- Déficit en habilidades sociales: la empatía, el contacto visual y las emociones se aprenden mirando a otras personas, no mediante pantallas.
- Menor capacidad de atención: los estímulos digitales rápidos y brillantes pueden afectar su capacidad de concentración a futuro.
- Menos vínculo con los cuidadores: si el tiempo frente a la pantalla reemplaza el tiempo de interacción humana, se afecta la conexión emocional.
- Trastornos del sueño: la luz azul y la sobreestimulación pueden alterar sus rutinas de descanso.
De forma puntual, no va a arruinar el desarrollo del bebé. Pero cuando esos ratos pequeños se vuelven rutina diaria, ahí es cuando pueden aparecer las alteraciones.
El problema no es el uso puntual, sino el uso frecuente o como recurso automático.
Organizaciones como la OMS y la Academia Americana de Pediatría recomiendan lo siguiente:
https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/325147/WHO-NMH-PND-2019.4-eng.pdf
- De 0 a 2 años: evitar pantallas por completo, salvo videollamadas con familiares que pueden ser positivas si favorecen el vínculo con familiares.
- De 2 a 5 años: no sobrepasar una hora diaria, siempre con supervisión adulta, contenido de calidad y nunca sustituyendo el juego activo.
- Darle objetos como cucharas, envases, cajas, telas… ¡los bebés aprenden jugando con lo cotidiano!
- Leerle cuentos, aunque no entienda todas las palabras.
- Cantarle, hablarle, nombrar lo que ve.
- Dejar que explore, gatee, se mueva, observe.
- Hacer pausas también tú de tecnología: estar presente sin mirar el móvil.
Tu bebé no necesita pantallas para desarrollarse bien. Lo que más necesita es tu voz, tu mirada, tus brazos y un entorno real que pueda explorar.
No se trata de ser padres perfectos ni vivir sin tecnología, sino de usarla con criterio. Las pantallas pueden esperar… pero el desarrollo de tu bebé, no.