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EL PRIVILEGIO DEL SÍNDROME POSTVACACIONAL: CUANDO VOLVER ES UN LUJO

reloj despertador y taza blanca con plato

 

Cada año, al final del verano, reaparece en redes y medios un clásico de la psicología popular: el síndrome postvacacional. Fatiga, apatía, irritabilidad y un bajón generalizado al volver al trabajo o a la rutina. Se habla mucho del malestar que sentimos al dejar atrás el descanso, pero poco del contexto en el que este malestar se produce.

Porque si lo pensamos bien, no todo el mundo puede permitirse tener síndrome postvacacional.

 

¿Qué es exactamente el síndrome postvacacional?

Aunque no es un trastorno clínico reconocido como tal, el síndrome postvacacional es un término que engloba una serie de síntomas adaptativos que pueden surgir tras un periodo de descanso prolongado, como unas vacaciones. Entre ellos destacan:

 

  • Cansancio físico y mental
  • Falta de motivación
  • Alteraciones del sueño
  • Sensación de agobio o ansiedad leve
  • Dificultad para concentrarse

Estos síntomas, en general, desaparecen en unos días, una vez que el cuerpo y la mente se adaptan de nuevo al ritmo cotidiano.

 

 Pero… ¿quién puede tenerlo?

Aquí entra una reflexión interesante: solo puede sufrir este síndrome quien ha tenido vacaciones. Y más aún: quien tiene un empleo, acceso al descanso, recursos económicos para viajar, desconectar o simplemente parar.

 

Muchas personas (especialmente en empleos precarios o con economía inestable) no pueden permitirse parar. Ni ahora ni nunca. Para ellos, la rutina no se interrumpe. No hay viaje, ni playa, ni retorno. Tampoco hay espacio para lamentarse por la vuelta, porque nunca hubo salida.

 

 El privilegio de descansar

Desde un enfoque ético y psicológico, no se trata de invalidar el malestar de quien sufre esta transición emocional, sino de entender desde qué lugar se produce.

Tener vacaciones, poder desconectar, volver a un empleo más o menos estable… es, en muchos sentidos, un privilegio que no todos tienen.

Y si lo tienes, reconocerlo no resta valor a tu malestar, pero sí te permite abordarlo con más consciencia y empatía.

 

 ¿Qué hacer con este malestar?

Una propuesta desde la psicología sería:

  • Validar tus emociones sin culpas (“sí, me cuesta volver”)
  • Valorar si este malestar es puntual o si esconde un problema más profundo (desmotivación crónica, estrés laboral, burnout)
  • Ejercer gratitud activa como acto consciente: reconocer lo que sí se tiene, sin caer en la comparación tóxica.
  
Poner en perspectiva el sentido de nuestras responsabilidades cotidianas:

Cultivar la gratitud reduce los niveles de estrés, mejora el estado de ánimo y fortalece el compromiso con nuestras metas.

En definitiva, el síndrome postvacacional no solo es una señal de que hemos descansado, sino también una oportunidad para apreciar lo que tenemos. Porque a veces volver es un lujo.

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34762326/

 

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